El mundial que nunca existió (II).

Mientras nosotros luchábamos contra viento y marea en octavos de final, otra selección las pasaba canutas contra Corea del Sur (si, esos). Italia luchaba por sobrevivir a sus propias tempestades cuando en el minuto 4, Byron Moreno señaló un dudoso penalti de Panucci a Jung-Hwan (en adelante, me referiré a todos como «Chichuchán«). Bufón emuló a San Iker, pero Corea se adueñaba del partido. Con un 61% de posesión para los chinorris, no se presagiaba nada bueno.

Sin embargo, Italia lograba rehacerse poco a poco y ya al cuarto de hora de partido se ponía por delante en el marcador. El torero: Vieri. No podía ser otro. El resto de la primera parte se basó en una Corea que sabe tocar, pero no sabe qué hacer después y una Italia que espera agazapada para intentar poner el segundo gol en una contra.

En fin, no voy a darle demasiadas vueltas a este partido, pero no puedo irme sin mencionar el gol anulado a Tomassi, la expulsión de Totti por doble amarilla (ambas MUY dudosas) y los fueras de juego inexistentes. ¿Os suena de algo? En esta ocasión, también Chichuchán y sus amigos pasaron ronda, ante el cabreo monumental de los Italianos (que ya venían jodidos de atrás) que debatieron en el parlamento si la selección seguiría en la FIFA. Incluso dejaron de vender monitores coreanos en las tiendas. No obstante vayamos a lo que nos interesa, pues de Italia, salvo El Padrino, no me importa nada.

Si hacéis un poco de memoria, España se había clasificado para cuartos al vencer en los penaltis a Irlanda. Tras el robo a Italia, Corea S. sería nuestro rival. Así, un 22 de Junio a las 8:30 hora española, tendría lugar nuestro encuentro.

La noche anterior, cena de fin de curso con los coleguillas. No habíamos logrado matar al profesor de mates del infarto tras el gol de Morientes a Paraguay, pero aún así nos sentíamos alegres porque las vacaciones ya estaban ahí. Durante la cena, litros de alcohol corrieron por nuestras venas, mujer. Tempranito, me fui para casa en taxi y me dispuse a madrugar para ver el partido. Me desperté. Ganamos. Fue muy bonito. Cinco horas más tarde me desperté de verdad, con un trozo de turrón en la boca y una resaca de mil demonios. ¿Había sido un sueño o habíamos ganado de verdad? Si creéis que alguna vez tuvisteis miedo, multiplicad vuestra sensación por diez y eso es lo que tenía yo mientras pulsaba 1-3-5 en el teletexto. Perdimos.

No podía creérmelo. Las noticias hablaban de robo mayúsculo y, vale que teníamos a tres jugadores clave lesionados, pero seguíamos siendo mil veces mejores que esos |@#|€@#€|@#| y @#|€|@#|€||¬|# coreanos.

Me dispuse a ver el partido en diferido, que seis años más tarde, os relato como «El mundial que nunca existió«:

He a mano izquierda el artífice de la derrota española. El que nos jodió más que las tormentas a la Armada Invencible: Gamal Al-Ghandour (en adelante, «el gandul«) en compañía de Gus Hiddink (quien, por cierto, tiene ahora un estadio con su nombre en Corea del S.). Los primeros minutos fueron de los surcoreanos chinorris, apretándonos las líneas para evitar que saliésemos jugando el balón. Una cosa había que reconocerles: su forma física era excepcional. Sin embargo, con Valerón y Baraja en el centro del campo, sus esfuerzos solamente servían para adornar los números en la estadística. Llegamos al descanso tras varias (muchas) ocasiones claras, no materializadas por falta de acierto.

En la segunda parte, más de lo mismo. Dominio absoluto de la Roja, que en el minuto 50 ve cómo le anulan un gol a Baraja por falta anterior. Todavía hoy sigo buscando la falta. El dominio absoluto se mantuvo durante el resto de la segunda parte, pero el balón no quiso entrar.

Ya en la prórroga, minuto 2, Morientes cabecea a la red un centro magnífico de Joaquín. El linier señala saque de puerta, pese a que el balón estaba a 20 centímetros de salir fuera antes del centro de Joaquín. Ese hubiese sido el gol de oro, y por lo tanto, de la clasificación de España para semifinales. No nos lo quisieron dar por válido. Ya hasta los cojones cojones… YA HASTA LOS COJONES, «el arbitro corta en tres ocasiones desmarques de Joaquín (min. 99), Morientes (min. 110) y Mendieta (min. 113) por fuera de juego, los dos primeros se habían quedado solos ante el portero«.

Me cabreo sólo con recordarlo. Me pongo de muy mal humor y, quienes me conocéis, sabéis que cuando termine de escribir estas líneas voy a pegarle un par de ostias a la pared para calmarme.

Ese era nuestro gran día, fuimos a penaltis pero el Santo no pudo obrar el milagro una vez más. Al día siguiente, la FIFA decidió que su iniciativa «para promover el fútbol y el arbitraje en países de menor tradición» era una mierda tontería y al fin puso equipos arbitrales primer mundistas decentes para que no los comprasen con cuatro duros la integridad de los partidos se mantuviese intacta. En Madrid, unos cuantos huevos cayeron inexplicablemente sobre la embajada coreana y mi tocayo, Jesús Gil, se negó a fichar a un Chichuchán.

Por eso hoy si me preguntáis, ese mundial no existió. He decidido borrarlo de mi memoria definitivamente después de este artículo. Después del Francia ’98, hubo dos Eurocopas y el Alemania 2006. Nada más. Absolutamente nada más.

PD: Voy a hacerle una visitilla a la pared.

4 respuestas

  1. Acabo de pegarle un cabezazo a la pared, porque leer este artículo solo me ha hecho revivir el momento negro que fue aquel partido… yo lo vi en directo… (live) la cara de Helguera era todo un poema… Una pena que no se hiciese un colgante con el escroto del Gandul… Gran documental, Chucho

  2. Debería haber avisado de que esta entrada provoca cabreos y xenofobia. ¡Qué se le va a hacer!

  3. Pse, pa una vez k podiamos acer algo…… En fin, es el destino de la seleccion.
    Gracias por recordarme la frustracion(palabra cuyo significado realmente aprendi aquel dia) sentida.

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